La Venganza de la Tierra
James Lovelock, geofisiólogo, creador de la Teoría de Gaia, escribió "La Venganza de la Tierra, la teoría de Gaia y el futuro de la humanidad" que habla no sólo de los efectos del calentamiento de la tierra sino que abre una invitación a pensar verdaderamente en global. Entendiéndolo más allá de las relaciones y vinculaciones que establezcamos con las otras dinámicas de países, culturas, sociedades, poderes. La invitación es a mirar también los efectos de nuestras formas de consumir energía, alimentos, productos en forma planetaria, mirando la Tierra que habitamos. Es decir, los efectos que producimos en la tierra como humanidad en forma global, no parcializada, no de mi barrio, ni de mi país.
Esta invitación a mirar las cosas de forma planetaria es lo que plantea nuevas preguntas:
¿Cuán reversible es el calentamiento global?
¿Existe algo sustentable en el desarrollo después de los efectos que hemos hecho en nuestro planeta?
Si entendemos al planeta como un sistema, ¿cuál será su reacción para poder mantenerse?
¿Qué tipo de energía podemos pensar viable para nuestra forma de vida?
Si todos los países tuviéramos la ambición de vivir como los más "desarrollados", ¿cómo reaccionará el planeta?
Quisiera recoger algunos extractos del libro que me han ampliado la forma de mirar:
“¿Por qué somos tan reacios, especialmente en EE.UU., a ver el enorme peligro al que se enfrenta nuestra civilización? ¿Qué nos impide darnos cuenta de que la fiebre del calentamiento global es real y gravísima y que puede que ya esté más allá de nuestra capacidad de control e incluso del de la Tierra? Creo que rechazamos las pruebas de que nuestro mundo está cambiando porque todavía somos, como nos recordó el sabio biólogo E.O.Wilson, carnívoros tribales. Estamos programados por nuestra herencia para considerar las demás cosas vivas básicamente como comida, y para que nuestra tribu nacional sea para nosotros más importante que cualquier otra cosa. Llegamos incluso a dar nuestra vida por ella y estamos dispuestos a matar de forma extremadamente cruel a otros seres humanos por el bien de nuestra tribu. Todavía nos resulta ajeno el concepto de que nosotros y el resto de la vida, desde las bacterias a las ballenas, formamos parte de una entidad mucho mayor y más diversa: la Tierra viva.”
“El universo es un lugar mucho más complejo de lo que imaginamos. A menudo me planteo si nuestras mentes conscientes serán capaces de aprehender más de una pequeña fracción de él y me pregunto si nuestra comprensión de la Tierra es realmente mayor que la que una anguila tiene del océano en el que nada. LA vida, el universo, la conciencia e incluso las cosas más simples, como montar en bicicleta, no se pueden explicar con palabras. Estamos justo empezando a descubrir estos fenómenos emergentes y el de Gaia es tan intrincado como la física cuántica o el entrelazamiento cuántico. Pero no por ello podemos negar que existan.”
El sistema medioambiental de la Tierra se colapsará si intentamos que todos los seres humanos lleven un estilo de vida similar al de los europeos. Sugerir que ese incremento del nivel de vida es posible en un mundo con una población que será el doble de la actual en la primera parte del próximo siglo es absurdo.
Desde principios del siglo XIX hemos tomado de la Tierra más de lo que ésta podía darnos. Puede que el desarrollo sostenible y las energías renovables hubieran funcionado si las hubiéramos aplicado antes, pero creo que esperar que, junto con el ahorro de energía, mantengan nuestro nivel no es más que un sueño utópico.
A pesar de todas estas amenazas, seguimos destruyendo y parece que sólo nos preocupe el ínfimo, casi imaginario, riesgo de cáncer que generan los teléfonos móviles, las líneas de alta tensión, los residuos de pesticidas en las comidas o la propia luz solar. Y más miedo todavía nos da cualquier cosa que tenga que ver con la energía nuclear. En realidad, nos preocupamos por el mosquito y nos tragamos el camello.
Gaia, la Tierra viva, es vieja y no tan fuerte como hace dos mil millones de años. Se esfuerza por mantener el planeta lo bastante frío para sus millares de formas de vida contra el implacable aumento del calor del sol. Pero para hacer su tarea aún más difícil, una de esas formas de vida, los humanos, unos respondones animales tribales con sueños de conquista incluso de otros planetas, han tratado de utilizarla en su único y exclusivo beneficio. Con una insolencia pasmosa, han tomado los depósitos de carbono que Gaia había enterrado para que la atmósfera mantuviera un nivel de oxígeno adecuado y los han quemado. Al hacerlo han usurpado la autoridad de Gaia y le han impedido que cumpla con su función de mantener el planeta en estado adecuado para la vida. Esos humanos sólo pensaban en sus propias comodidades e intereses.
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