Los límites en una Caza de Brujas
Cuando supe que Elinett renunciaba al cargo, efectivamente me quedé de una pieza, más todavía cuando supe la razón, las frambuesas de su familia. Como dice Erika Silva, la Eli, quien también fue mi jefa en la Coordinación Nacional de Infocentros, es una mujer fuerte y es honesta, tiene una enorme vocación pública y una orientación hacia la participación ciudadana, es trabajadora, y es sencilla,tal vez esa sencillez fue la que la llevó a una falta de criterio en relación al negocio familiar. De todos modos, estoy segura de que no se trató de aprovechar del auto, o de buscar con su cargo beneficios personales impropios, sino más bien tiene que haber sido algo así como que el restoran donde su familia distribuye las frambuesas queda atrás del ministerio y efectivamente no cuesta nada hacerle un favor de ese tipo a la mamá.
Dentro de las acusaciones que le hacen al jefe de la escolta también se encuentra una en que dispuso del auto que tenía a su cargo para trasladar a su mujer de una ciudad a otra porque había experimentado síntomas de pérdida de su embarazo. ¿Y si no lo hubiera hecho? Me parece que se nos pierde el parangón de lo humano y se reacciona con histeria.
No quiero con esto justificar las faltas de criterio básicas, pero creo que también podemos encontrar y reaccionar exageradamente a un sin fin de supuestas faltas de criterio, o en nombre de él, perder el juicio. Dónde ponemos la vara, porque los ministros, asesores, subsecretarios, gerentes, cada vez que van de visita a un país, recorren y aprovechan de hacer algo de turismo, porque aun cuando estén las 24 horas del días trabajando, igual hay un tiempo que duermen, que se van de vacaciones, que abrazan a sus hijos (eso espero) y que ayudan a su mamá; ¿hay algo criticable en que la presidenta puede ir a dejar a su hija al colegio usando el auto "de todos los chilenos"?, o ¿que el subsecretario haya parado a comprar pan antes de llegar a su casa? ¿puede hacerlo?¿será correcto?
Todavía me da más rabia cuando sé que Celco está destinando 34 millones de pesos por pescador de Mississipi o Mehuinco para que asegure que se hagan los estudios de agua de modo de poder vaciar sus residuos mata-cisnes ahí y para amedrentar a los pescadors que han vivido por años de esa profesión. Ya nadie pesca en esa zona, y eso sí que me parece TREMENDO, porque no se trata sólo de echar a la hoguera a una vendeframbuesas, o a un ocupa-el-auto-del-servicio-para-fines-personales, si no a hacer cenizas a toda una población. No quiero con esto caer en establecer una escala de penas, pero sí en poner la mirada, porque las cosas ocurren al unísono y no me parece que sea aleatorio que se informen al unísono y en la misma dimensión.
Vuelvo a rescatar la peligrosidad de caer en el pánico en política y a rescatar las palabras de Jorge Insunza.
" El juego previo de la "discreción gentil" hacia ciertos asuntos privados se está desvaneciendo y el doble estándar carece de espacio posible. Ese cambio, además, es reforzado por una fuerte tendencia de los medios de comunicación a darle prioridad a las denuncias, a explotar los escándalos y -a ratos- a utilizar el morbo. Esto representa una oportunidad de transparencia, de fijar límites y de poner contención a hechos que afectan la ética pública. Sin embargo, también hay un riesgo de efectos éticos. El modo en que se están enfrentando estas crisis éticas o casos de alto impacto moral, sta tendiendo más a un efecto de "pánico moral"; es decir a una reacción traumática por lo inesperado y extremo de los hechos, condenados desde una conciencia moral básica, aceptada mayoritariamente o por todos. Esa es la veta más sana o sanadora. Pero sucede que este "pánico moral" no llega a plasmar -en muchos casos- un cambio ético desde los calores de su estupor, sino que queda en el espacio de la sola reacción, de la conmoción y de la intoxicación del ambiente público. En muchas ocasiones, asimismo, está derivando en una utilización del escándalo, en actitudes oportunistas y demagógicas, frente a las denuncias y a un abuso del clima público de conmoción para ganar ventajas pequeñas. En medio del pánico, las reacciones no son necesariamente justas ni prudentes. Por el contrario, generan confusión y desorden, los que pueden llegar a aser muy arbitrarios en sus efectos. Con el tiempo lo que se ha notado en muchos de estos casos es que esta acumulación produce saturación, cansancio y una peligrosa desesperanza. De ahí nace la frase típica "al final no pasa nada". El mero "pánico moral" no tiene derrotero, no es un fenómeno que se exprese desde las "soluciones". Por el contrario, tiende a generar tendencias simultáneamente contradictorias."
Fijemos límites, pongamos paños fríos, apaguemos incendios, no dejemos de trabajar y según eso, comportémonos
Dentro de las acusaciones que le hacen al jefe de la escolta también se encuentra una en que dispuso del auto que tenía a su cargo para trasladar a su mujer de una ciudad a otra porque había experimentado síntomas de pérdida de su embarazo. ¿Y si no lo hubiera hecho? Me parece que se nos pierde el parangón de lo humano y se reacciona con histeria.
No quiero con esto justificar las faltas de criterio básicas, pero creo que también podemos encontrar y reaccionar exageradamente a un sin fin de supuestas faltas de criterio, o en nombre de él, perder el juicio. Dónde ponemos la vara, porque los ministros, asesores, subsecretarios, gerentes, cada vez que van de visita a un país, recorren y aprovechan de hacer algo de turismo, porque aun cuando estén las 24 horas del días trabajando, igual hay un tiempo que duermen, que se van de vacaciones, que abrazan a sus hijos (eso espero) y que ayudan a su mamá; ¿hay algo criticable en que la presidenta puede ir a dejar a su hija al colegio usando el auto "de todos los chilenos"?, o ¿que el subsecretario haya parado a comprar pan antes de llegar a su casa? ¿puede hacerlo?¿será correcto?
Todavía me da más rabia cuando sé que Celco está destinando 34 millones de pesos por pescador de Mississipi o Mehuinco para que asegure que se hagan los estudios de agua de modo de poder vaciar sus residuos mata-cisnes ahí y para amedrentar a los pescadors que han vivido por años de esa profesión. Ya nadie pesca en esa zona, y eso sí que me parece TREMENDO, porque no se trata sólo de echar a la hoguera a una vendeframbuesas, o a un ocupa-el-auto-del-servicio-para-fines-personales, si no a hacer cenizas a toda una población. No quiero con esto caer en establecer una escala de penas, pero sí en poner la mirada, porque las cosas ocurren al unísono y no me parece que sea aleatorio que se informen al unísono y en la misma dimensión.
Vuelvo a rescatar la peligrosidad de caer en el pánico en política y a rescatar las palabras de Jorge Insunza.
" El juego previo de la "discreción gentil" hacia ciertos asuntos privados se está desvaneciendo y el doble estándar carece de espacio posible. Ese cambio, además, es reforzado por una fuerte tendencia de los medios de comunicación a darle prioridad a las denuncias, a explotar los escándalos y -a ratos- a utilizar el morbo. Esto representa una oportunidad de transparencia, de fijar límites y de poner contención a hechos que afectan la ética pública. Sin embargo, también hay un riesgo de efectos éticos. El modo en que se están enfrentando estas crisis éticas o casos de alto impacto moral, sta tendiendo más a un efecto de "pánico moral"; es decir a una reacción traumática por lo inesperado y extremo de los hechos, condenados desde una conciencia moral básica, aceptada mayoritariamente o por todos. Esa es la veta más sana o sanadora. Pero sucede que este "pánico moral" no llega a plasmar -en muchos casos- un cambio ético desde los calores de su estupor, sino que queda en el espacio de la sola reacción, de la conmoción y de la intoxicación del ambiente público. En muchas ocasiones, asimismo, está derivando en una utilización del escándalo, en actitudes oportunistas y demagógicas, frente a las denuncias y a un abuso del clima público de conmoción para ganar ventajas pequeñas. En medio del pánico, las reacciones no son necesariamente justas ni prudentes. Por el contrario, generan confusión y desorden, los que pueden llegar a aser muy arbitrarios en sus efectos. Con el tiempo lo que se ha notado en muchos de estos casos es que esta acumulación produce saturación, cansancio y una peligrosa desesperanza. De ahí nace la frase típica "al final no pasa nada". El mero "pánico moral" no tiene derrotero, no es un fenómeno que se exprese desde las "soluciones". Por el contrario, tiende a generar tendencias simultáneamente contradictorias."
Fijemos límites, pongamos paños fríos, apaguemos incendios, no dejemos de trabajar y según eso, comportémonos
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